La almohada es una pieza
mullida en la que se apoya la cabeza cuando dormimos. Mi almohada, al compás de
las ropas de mi cama, está vestida de fiusha. El objetivo, no tan simple, de
éstas es descansar la cabeza para una buena posición al dormir.
Mi almohada es transformable mientras
sueño; puede convertirse en mano y taparme la nariz, o volverse dura como
concreto para darme contra la cara (cuando en mis sueños caía de una
motocicleta) pero a veces se transforma en los labios que beso, una caricia, o
un aroma.
Para un abrazo no hay nadie mejor que
ella para sentirse entre plumas. Suele ser fría si nadie le confía sus sueños,
aunque si se los cuento no me los regresa, ¡ah!, pero eso sí, me regresa la
baba que tiré en sus ropas y para vengarse me llena la cara con ella.
Aunque no sepa si m protege o sólo me
roba las fuerzas para convertirlas en cabezadas, sé que en el mundo nadie más
ha visto mis sueños, conoce mejor mis deseos, sabe de mis placeres y disfruta
tanto de mis locuras como ella, y es por esto que agradezco que teniendo tantas
virtudes (como la memoria y la comodidad) no tenga boca.
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