28 marzo, 2012

Tierra caliente

                                                         ''Ojalá que la tierra no te bese los pasos''.
                                                                                              Silvio Rodríguez.


Qué secos tiene los labios la tierra,
ásperos.
Llenos de fuegos,
partidos.

Mis pies tienen su amor
y los va lamiendo

Voy cuidando mis pasos de sus besos
y esperando que ojalá no se le antoje babear mi cabeza
o morder mis rodillas.

26 marzo, 2012

De cutáneo

Esta vez comenzaré con las uñas,
rascando, moliendo,
sangrando.
destrozaré la epidermis
la que lleva tus huellas.

Tajamar para la dermis
dando en el punto
daga perfecta para tu perfume.

En cuando a la hipodermis
capa maldita
¡seguramente seguirá tu rastro!

Mi piel traicionera
a la que acostumbré a tu roce
a la que no acostumbré a mi amor.

19 marzo, 2012

A ego

Ven,
no olvides apagar las luces
que nos regresan la vergüenza.
Olvidaremos todo,
así que deja que te recorra
que te aprenda con la lengua
desbordantes orgasmos corriendo por mi boca.
¿Por qué no?
Coagulación de tu alma
purificación de la mía,
eso eres, la nada
eres la nada, mi nada
mi nada en que nado
en que me diluyo estruendosa
terminando en donde tu lo haces
me haces cursiva, con tus simples uñas,
tu esmerada carne
vivo para adorarla
para soñar el día en que pueda comer de ella.
Ahora te lo haré todo,
en la oscuridad.

Así que ven,
no olvides apagar las luces.

15 marzo, 2012

Confesional.

Declaración del señor asiento 5 (pasillo):

No podría haber oído nada. Recuerdo haber subido al camión y verla a ella primero. La chica del asiento  7  (pasillo), era como si brillara.
      Una mujer de unos 25 años, delgada, blanquísima, con ojos negros y muy grandes, nariz puntiaguda, piernas torneadas. Su olor fue primero que percibí al abordar el transporte. Decidí sentarme en frente para poder admirarla, tal vez con suerte descubrir su mirada en la mía, y aprovechar para hacer algo seductor, levantar un poco la ceja, usted sabe para hacerlo interesante.
      No podría haber oído nada, mis oídos se desconectaron para abrirle paso a mis ojos. Nunca escuché el asalto del que me hablan, sólo supe de eso cuando me encontré a mí mismo sin billetera y, como si eso no bastara, al momento de descubrirlo fue más mi angustia por que no iba a poder anotar el número de la chica que por la cartera que algún lejano día me la había obsequiado mi padre. Lo próximo que viene a mi mente después de apreciarla es la amargura que me causo verla, asustada, bajando del camión y pensar que no pude hacer nada por encontrar sus ojos. En todo el camino no volteé a ver a nadie más.

Declaración de la señora asiento 8 (ventana):

      Durante el asalto era como si yo no estuviera ahí. Como si supiera que las miradas alimentan al alma y la mía era oscura. Todo era oscuro en ese momento, estaba guardada allá lejos, en un cajón en tinieblas. Era opacada, no era nada. No recuerdo nada. Es como si en ese momento no hubiera existido.