13 febrero, 2012

Desprendimiento del hipotálamo 'Feat' Maggoz.

Desliza, esas ramas tuyas, hasta mi garganta.
Sorpréndeme mirando el cielo sucio
y anhelando el cariño helado de la muerte en la montaña.


Haz que no quiera irme, que quiera seguirte, dame una tercera pierna, no me importa mucho a quien se la quites.


Pronto el arrepentimiento hará de mi una presa.
En mi mente los rostros, los ojos, las demás piernas que antes he tomado de otros para tí.
El tiempo, redentor de los pecados me ofrece la espada tierna y dulce, invitándome.


Tus dedos deslizantes por mi columna son el rastro del agua que dejó el cauce, ahora seco. 
Regálame tu saliva de nuevo, para que se pueda nutrir porque, ¿qué es de el cauce sin agua?, ¿qué es de mi cuello sin tus dientes? 
¿Qué sería de mis senos sin los ojos que los miran?


Nada.
Porque al final de las horas, de los roces, de los ahogamientos me queda sólo la evanescente idea de algo que se posó sobre mi frente.
Tal vez tu talón, mientras yo yacía sin fuerzas, reincorporándome al medio.


Ojalá vinieras, y me dejaras como yo te dejé. Así al menos no me pasaría las tardes allagándome el cuerpo, y las noches sin dormir frente a las cenizas azules, que con el tiempo se han hecho la mitad.
-como mis años-.



Maggoz se nombra como una de mis personas preferidas. Aquí el color de nuestros vómitos revueltos.

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