28 enero, 2012

'Da bus stop'.

Nunca he renegado de mi evidente mala suerte. A dios siempre le ha gustado reiterar su odio con escupitajos de ácido directos a la cara. Toda mi vida era un cúmulo de tal mala suerte que de la forma más inverosímil en cuanto daba vuelta en una esquina me esperaban los desechos fecales de algún perro para embarrarse en mis zapatos, que el lazo de mi bolso se enreda casualmente con mi cinturón, de la manera más estúpida, que podría parecer, en verdad, imposible, pero que a mí me pasa.
Es que no es extremosidad, en verdad tenía que hacer un pequeño experimento.
Fui ahí, a ese lugar que tanto odiaba, donde mi mala suerte se hacía notar en su máxima expresión: la parada del camión, naturalmente cuando iba llegando se estaba yendo el camión que estaba a punto de esperar por media hora como mínimo (si es que dios estaba ocupado en cosas que se ocupan los dioses) pero con un máximo irracional. Un día antes de este experimento me pregunté: ¿Quiere decir que todos los que esperan el camión cuando estoy yo tenemos mala suerte? ¿O de algún modo dios los recompensa a ellos por mi estupidez? llegando a la conclusión que a cambio de esperar el camión con semejante ser, se deben encontrar monedas (que yo habré perdido alguna vez) o deben de tener el día perfecto (que nunca tuve). Volviendo al tema del mentado experimento, me paré y después de los sentenciados treinta minutos y otros diez, harta de estar parada y retrasada grité: ¡Si cuando deje de gritar aparece el camión yo pago el pasaje de todos aquí!
No tengo que decir más para que sepan que dios no se olvidó de mí...

1 comentario:

  1. Y desde ese momento eres creyente XD
    Están suaves tus anecdotas camaleonicas

    Tengo problemas con los comentarios, problemas tecnicos y nadíe me cree.

    ResponderEliminar